

El último vestigio musical de Belinda como solista, su carta de amor a la música dance, Catarsis (2013), mostraba a la méxico-española como una artista distinta a la que conocimos de niña: no más princesa del pop, su única brújula a partir de ese momento sería su propia sensibilidad. No obstante, nada nos prepararía para que, 12 años después, conociéramos su faceta de calibre más tenaz: la de Beli bélica. En INDÓMITA, su primer álbum en más de una década, la nativa de Madrid no sólo se entrega al arte del corrido y la fusión mexicana, sino también al empoderamiento personal y a la independencia. Así, reúne los momentos más destacados desde su vuelta al ruedo como “Cactus”, “300 Noches”, junto a Natanael Cano, o “La Cuadrada” con Tito Double P, todos ellos con el requinto y el bajoloche como elementos protagónicos. Luego, le agrega también sus propias apuestas personales, como una balada rockera junto a Thirty Seconds to Mars, un par de perreos atrevidos en colaboración con Neton Vega y Tokischa, sin dejar pasar su carta fuerte, el pop, donde aparece con Kenia Os, marcando así un capítulo especial para la música mexicana.